13 d’octubre 2009

Les coses com són


A continuació publicaré un article que m'ha cridat l'atenció perquè sovint costa dir les coses pel seu nom i més quan una persona d'origen musulmà critica els seus. Però crec que és important que expliquem les coses tal com són.

"El Porsche y el fantasma.

El choque de civilizaciones se evidencia a veces en situaciones ridículas, en comportamientos estúpidos provocados por la arrogancia y la ignorancia. Hace unos días, en el sur de Marruecos, asistí a esta escena:

Un coche descapotable llega a toda velocidad por una carretera estrecha, por una pista llena de baches. Un vehículo deportivo, quizá un Porsche. Lo conduce un joven con la cabeza rapada, a la moda, gafas negras, un cigarrillo en los labios y un teléfono móvil en la mano. Un coche caro, que cuesta el precio de un terreno, el precio de una vida de trabjo en el extranjero o el salario de un príncipe. El coche se para a nuestra altura. El joven está orgulloso de su máquina. Enseña el país a una muchacha sentada a su lado, pero es una mujer envuelta completamente en un velo negro, con guantes negros en las manos, y con unas gafas negras sobre la única abertura que lleva para poder ver. Un fantasma, algo que apenas se mueve y que no habla. Me recuerda las últimas páginas de Voix de Marrakech, de Elías Canetti, donde habla de algo negro que se mueve pero de lo que no ve ni el cuerpo ni ningún miembro. Quizá allí haya algún ser humano.

El joven sale del Porsche, enciende un cigarrillo y dice en francés: "¡Qué bonito es mi país!". La mujer secuestrada en ese sudario negro mueve la cabeza. No pronuncia ninguna palabra. Sin que yo hable, el joven me dice: "Me he casado y me marcho con ella, pero quieren una foto suya para el cartnet de identidad con el rostro descubierto, están locos. En fin, ¡Dios es el más Grande!". Pasa varias veces la mano por el lado del coche como si acariciara la pierna de una joven desnuda. Por su acento constato que es del Rif, país donde se cultiva el kif con el que se hace el hachís. Dinero fácil. conduce una máquina como si estuviera a punto de partir hacia la Luna y trata a su mujer, o a aquella que se supone es su mujer, como a una esclava, como a un bulto, un paquete envuelto en un servicio funerario. Telefonea con su móvil y habla en holandés. Viene de Rotterdam, de donse es la matrícula del coche. ¿Le seguirá "la cosa" a su país de emigración o és encargará a sus padres que le envíen el paquete por correo?.

Al partir, se las arregla para que no nos alcance una nube de polvo. Ya no se ve la cosa negra.

No le dirigí la palabra, no hubiera servido de nada. Debe de tener miedo de las mujeres. Es un problema de orden íntimo y concierne a la psiquiatría. Tiene miedo de que le quiten a la mujer, que la violen con la mirada, que la deseen en sueños. De modo que la retiene esperando que un día la pobre se despierte y se tome la revancha. Y ese día ha llegado.

Este individuo encarna en sí mismo todas las contradicciones de una mentalidad de la edad de piedra con un pie en el siglo XXI. Utiliza los medios técnicos más sofisticados y al mismo tiempo trata a su mujer como ganado.

Este tipo de situaciones ha sido denunciado de manera clara y valiente por una mujer árabe, una psicóloga que vive en Los Ángeles y que debatió hace unos meses con un teólogo egipcio en la cadea Al Jazeera. Fue el enfrentamiento del año. Transcribo lo que ella dijo en algunos párrafos: "A lo que asistimos hoy en día no es a un choque de civilizaciones, sino a una oposición entre mentalidades de la edad media y mentalidades del siglo XXI; entre la civilización y el retraso, entre la barbarie y la racionalidad, entre la democracia y la dictadura, entre la libertad y la represión; es un choque entre los derechos humanos por un lado y la violación de estos derechos por otro; es un choque entre los que tratan a las mujeres como bestias y los que las tratan como seres humanos..."

Esta mujer, por supuesto con el rostro descubierto, habla calmadamente, amartilla sus palabras y dice verdades a un mundo donde reina la hipocresía y el oscurantismo. Cuando dice alto y claro que es laica y que la fe corresponde a la esfera privada, su interlocutor grita, enloquecido: "¡Atea, atea, enemiga del islam!".

Se quiera o no, hoy en día hay dos mundos que se enfrentan: el de la libertad y el de la barbarie, el que hi zo demoler las estatuas budistas en Afganistán y prohíbe a las mujeres ir a la escuela o enseñar, ser curadas por un médico masculino, reír de modo audible, escuchar música, maquillarse (hay mujeres a las que se les han cortado los dedos porque tenían esmalte en sus uñas), etcétera. La barbarie que envía a jóvenes a hacerse estallar en lugares públicos, que amenaza la paz mundial reclamándose de un islam que no tiene nada que ver con esta brutalidad y esta locura. Como dijo la mujer valiente: "Los musulmanes deben preguntarse lo que pueden hacer por la humanidad antes de exigir que la humanidad les respete".

Se ha dicho y repetido que Afganistán y sus talibanes no representan el islam, que lo que haces es totalmente contrario al espíritu y la letra musulmanas, que en nombre de esta religión intentan contaminar a una parte de la juventud de origen musulmán, esté en Europa o en los países del Magreb.

El joven inmigrante del Porsche negro con la joven de negro desapareció convencido de que es un buen musulmán, un hombre de su tiempo y probablemente un marido que nunca será un cornudo."

Tahar ben Jelloun
Escriptor, membre de l'Acadèmia Goncourt
La Vanguardia, dissabte 3 d'octubre de 2009

 
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